lunes, 16 de enero de 2012

Eucaristía y Eulogia


Ante todo, las tradiciones neotestamentarias de la institución de la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 23-25; Lc 22, 14-20; Mc 14, 22-25; Mt 26, 26-29), al indicar la oración que introduce los gestos y las palabras de Jesús sobre el pan y sobre el vino, usan dos verbos paralelos y complementarios. San Pablo y san Lucas hablan de eucaristía/acción de gracias: «tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio» (Lc 22, 19).
San Marcos y san Mateo, en cambio, ponen de relieve el aspecto de eulogia/bendición: «tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio» (Mc 14, 22). Ambos términos griegos eucaristeín y eulogeín remiten a la berakha judía, es decir, a la gran oración de acción de gracias y de bendición de la tradición de Israel con la que comenzaban los grandes convites.
Las dos palabras griegas indican las dos direcciones intrínsecas y complementarias de esta oración. La berakha, en efecto, es ante todo acción de gracias y alabanza que sube a Dios por el don recibido: en la última Cena de Jesús, se trata del pan —elaborado con el trigo que Dios hace germinar y crecer de la tierra— y del vino, elaborado con el fruto madurado en los viñedos. Esta oración de alabanza y de acción de gracias, que se eleva hacia Dios, vuelve como bendición, que baja desde Dios sobre el don y lo enriquece. Al dar gracias, la alabanza a Dios se convierte en bendición, y el don ofrecido a Dios vuelve al hombre bendecido por el Todopoderoso. Las palabras de la institución de la Eucaristía se sitúan en este contexto de oración; en ellas la alabanza y la bendición de la berakha se transforman en bendición y conversión del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús.