viernes, 13 de agosto de 2010

Trabajando en la cantera...


Para evitar la deportación a trabajos forzados en Alemania, en el otoño de 1940 empecé a trabajar como obrero en una cantera de piedra vinculada a la fábrica química Solvay. Estaba situada en Zakrzówek, a casi media hora de mi casa de Debniki, e iba andando hasta allí cada día. En aquella cantera escribí una poesía. Releyéndola después de tantos años, la encuentro aún particularmente expresiva de aquella singular experiencia:

"Escucha bien, escucha los golpes del martillo, la sacudida, el ritmo. El ruido te permite sentir dentro la fuerza, la intensidad del golpe. Escucha bien, escucha, eléctrica corriente de río penetrante que corta hasta las piedras, y entenderás conmigo que toda la grandeza del trabajo bien hecho es grandeza del hombre...'' (La cantera: I; Materia, I)

Estaba presente cuando, durante el estallido de una carga de dinamita, las piedras golpearon a un obrero y lo mataron. Quedé profundamente desconcertado:

"Levantaron el cuerpo, en silencio avanzaban. Abatidos, sentían en todos el agravio..." (La cantera: IV; En memoria de un compañero de trabajo, 2.3)

Los responsables de la cantera, que eran polacos, trataban de evitarnos a los estudiantes los trabajos más pesados. A mí, por ejemplo, me asignaron el encargo de ayudante del llamado barrenero, de nombre Franciszek Labus. Lo recuerdo porque, algunas veces, se dirigía a mí con palabras de este tipo: "Karol, tu deberías ser sacerdote. Cantarás bien, porque tienes una voz bonita y estarás bien..." Lo decía con toda sencillez, expresando de ese modo un convencimiento muy difundido en la sociedad sobre la condición del sacerdote. Las palabras del viejo obrero se me han quedado grabadas en la memoria.

Don y Misterio