viernes, 11 de septiembre de 2009

"¡No tengas miedo!"


En mi espíritu conviven en estos momentos dos sentimientos opuestos. Por una parte, un sentimiento de incapacidad y de turbación humana por la responsabilidad con respecto a la Iglesia universal, como Sucesor del apóstol Pedro en esta Sede de Roma, que ayer me fue confiada. Por otra, siento viva en mí una profunda gratitud a Dios, que, como cantamos en la sagrada liturgia, no abandona nunca a su rebaño, sino que lo conduce a través de las vicisitudes de los tiempos, bajo la guía de los que él mismo ha escogido como vicarios de su Hijo y ha constituido pastores.

Amadísimos hermanos, esta íntima gratitud por el don de la misericordia divina prevalece en mi corazón, a pesar de todo. Y lo considero como una gracia especial que me ha obtenido mi venerado predecesor Juan Pablo II. Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía; me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas en este momento particularmente a mí: "¡No tengas miedo!".

PRIMER MENSAJE DE BENEDICTO XVI AL FINAL DE LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON LOS CARDENALES ELECTORES EN LA CAPILLA SIXTINA
Miércoles 20 de abril de 2005