viernes, 10 de junio de 2011

La obediencia de la fe


«Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe» por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, como enseña el Concilio. Esta descripción de la fe encontró una realización perfecta en María. El momento «decisivo» fue la anunciación, y las mismas palabras de Isabel «Feliz la que ha creído» se refieren en primer lugar a este instante.

En efecto, en la Anunciación María se ha abandonado en Dios completamente, manifestando «la obediencia de la fe» a aquel que le hablaba a través de su mensajero y prestando «el homenaje del entendimiento y de la voluntad». Ha respondido, por tanto, con todo su «yo» humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con «la gracia de Dios que previene y socorre» y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que, «perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones».

La palabra del Dios viviente, anunciada a María por el ángel, se refería a ella misma «vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo». Acogiendo este anuncio, María se convertiría en la «Madre del Señor» y en ella se realizaría el misterio divino de la Encarnación: «El Padre de las misericordias quiso que precediera a la encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada». Y María da este consentimiento, después de haber escuchado todas las palabras del mensajero. Dice: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Este fiat de María —«hágase en mí»— ha decidido, desde el punto de vista humano, la realización del misterio divino.

(Redemptoris Mater)