jueves, 27 de agosto de 2009

El amor de Cristo nos apremia


Cristo llama a cada bautizado a ser su apóstol en el propio ambiente de vida y en todo el mundo: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,21).

Cristo, a través de su Iglesia, os confía la misión fundamental de comunicar a los demás el don de la salvación y os invita a participar en la construcción de su Reino. Os elige a pesar de los límites que cada uno tiene, porque os ama y cree en vosotros. Este amor de Cristo, incondicional, debe ser el alma de vuestro apostolado, según las palabras de san Pablo: "el amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5, 14).

Ser discípulos de Cristo no es algo privado. Al contrario, el don de la fe hay que compartirlo con los demás. Por eso, el mismo Apóstol escribe: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co 9, 16). No olvidéis, además, que la fe se fortalece y crece cuando se comunica a los demás (cf. Redemptoris missio, 2).

MENSAJE DE JUAN PABLO II PARA LA VII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD