miércoles, 28 de abril de 2010

El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia


Jesús se presentó a sí mismo como la «luz del mundo» (Jn 8,12), y esta característica resulta evidente en aquellos momentos de su vida, como la Transfiguración y la Resurrección, en los que resplandece claramente su gloria divina.

En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada.

El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia. Pero, precisamente a través del misterio de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias al cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina.

En una feliz intuición, el célebre icono de la Trinidad de Rublëv pone la Eucaristía de manera significativa en el centro de la vida trinitaria.

viernes, 23 de abril de 2010

Que todos los pueblos se reconozcan como parte de una misma familia


Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad.

Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar. Con frecuencia, son provocadas por el rechazo del amor de Dios, por una tragedia original de cerrazón del hombre en sí mismo, pensando ser autosuficiente, o bien un mero hecho insignificante y pasajero, un «extranjero» en un universo que se ha formado por casualidad.

El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas. Hoy la humanidad aparece mucho más interactiva que antes: esa mayor vecindad debe transformarse en verdadera comunión.

El desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro.

CARITAS IN VERITATE

sábado, 17 de abril de 2010

Decoro en la celebración eucarística


Quien lee el relato de la institución eucarística en los Evangelios sinópticos queda impresionado por la sencillez y, al mismo tiempo, la «gravedad», con la cual Jesús, la tarde de la Última Cena, instituye el gran Sacramento.

Hay un episodio que, en cierto sentido, hace de preludio: la unción de Betania. Una mujer, que Juan identifica con María, hermana de Lázaro, derrama sobre la cabeza de Jesús un frasco de perfume precioso, provocando en los discípulos –en particular en Judas (cf. Mt 26, 8; Mc 14, 4; Jn 12, 4)– una reacción de protesta, como si este gesto fuera un «derroche» intolerable, considerando las exigencias de los pobres.

Pero la valoración de Jesús es muy diferente. Sin quitar nada al deber de la caridad hacia los necesitados, a los que se han de dedicar siempre los discípulos –«pobres tendréis siempre con vosotros» (Mt 26, 11; Mc 14, 7; cf. Jn 12, 8)–, Él se fija en el acontecimiento inminente de su muerte y sepultura, y aprecia la unción que se le hace como anticipación del honor que su cuerpo merece también después de la muerte, por estar indisolublemente unido al misterio de su persona.

Ecclesia de Eucharistia

martes, 13 de abril de 2010

El tesoro de las Escrituras


El tesoro de las Escrituras, en el que se contiene el mensaje salvífico dado por Dios a los hombres —pues dice bien San Agustín: «Nos ha llegado carta de aquella ciudad a la que peregrinamos: esta misma es.. la que nos exhorta a vivir bien» (Enarr. in Ps. XC, s., 2, 1; PL 37, 1159)—, con toda razón la Iglesia lo ha tenido siempre en sumo honor y lo ha custodiado con singular diligencia.

Pues, desde sus comienzos, la Iglesia jamás dejó de procurar que el pueblo cristiano gozase de amplísima facilidad para recibir la Palabra de Dios, especialmente en la sagrada liturgia, en cuya celebración «la importancia de la Sagrada Escritura es muy grande» (Const. Dogm. Sacrosanctum Concilium).

Ahora bien, la Iglesia en Occidente antepuso a todas las demás versiones la que suele llamarse Vulgata y que en su mayor parte fue elaborada por San Jerónimo, Doctor preclaro, y ha sido «experimentada con el uso durante tantos siglos en la misma Iglesia».

CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
SCRIPTURARUM THESAURUS

martes, 6 de abril de 2010

¡Cristo ha resucitado! Amén. ¡Aleluya!


"Scimus Christum / surrexisse mortuis vere"
"¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza!".

El testimonio de las mujeres y de los Apóstoles,
el testimonio de la Iglesia,
no se limita sólo a Jerusalén
y a los montes de Galilea,
sino que se difunde por todos los ángulos de la tierra.

Al final del segundo milenio,
mientras el Gran Jubileo del 2000 se avecina,
este testimonio resuena ya por doquier:
¡Cristo ha resucitado!

"Scimus Christum surrexisse a mortuis vere!".

Creemos porque sabemos: scimus.
Y desde lo hondo de esta sublime convicción,
donde la palabra de Dios y la razón del hombre se encuentran,
nosotros te invocamos, Cristo crucificado y resucitado.

"Tu nobis, victor Rex, miserere!".

Amen. ¡Aleluya!"

Pascua, 30 de marzo de 1997