martes, 26 de enero de 2010

Necesidad de confesar los pecados


A fin de que el discernimiento sobre las disposiciones de los penitentes en orden a la absolución o no, y a la imposición de la penitencia oportuna por parte del ministro del Sacramento, hace falta que el fiel, además de la conciencia de los pecados cometidos, del dolor por ellos y de la voluntad de no recaer más, confiese sus pecados.

En este sentido, el Concilio de Trento declaró que es necesario «de derecho divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales».

La Iglesia ha visto siempre un nexo esencial entre el juicio confiado a los sacerdotes en este Sacramento y la necesidad de que los penitentes manifiesten sus propios pecados, excepto en caso de imposibilidad.

sábado, 23 de enero de 2010

María, mujer eucarística


María es mujer «eucarística» con toda su vida.

La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.

Mysterium fidei! Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta.

Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: «¡Haced esto en conmemoración mía!», se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5).

Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: «no dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su Pascua, para hacerse así “pan de vida”».

Ecclesia de Eucharistia

miércoles, 20 de enero de 2010

"Concédenos la paz y la unidad"


Mi paz os dejo". En estas palabras del evangelio de san Juan se ha inspirado la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año. Por eso, a todos vosotros, aquí presentes, os dirijo el antiguo saludo bíblico y litúrgico: ¡Shalom! ¡Pax vobiscum! ¡La paz esté con vosotros!

Ante la urgencia de este mensaje de paz, nuestro corazón se llena de dolor y de vergüenza, pues la imagen que ofrece nuestro mundo, e incluso nuestras Iglesias, es muy diversa. Nuestras Iglesias están separadas. A lo largo de la historia, su testimonio, en vez de ser común y en favor de la paz, ha sido antagonista.

Siempre que los católicos, durante la celebración eucarística, decimos antes de la comunión: "Mi paz os doy", añadimos con sinceridad: "No tengas en cuenta nuestros pecados". Eso significa también: no tengas en cuenta el pecado de la división, el escándalo de la separación. Y todos tenemos motivos para pedir: "Concédenos la paz y la unidad".

martes, 12 de enero de 2010

El matrimonio, uno de los bienes más preciados de la humanidad


La Iglesia se ha preocupado siempre con especial atención del gran sacramento del matrimonio (cf. Ef 5, 32), ya que “es consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciados de la humanidad” (Familiaris consortio, 1).

Pues “la salvación de la persona y de la comunidad humana y cristiana está estrechamente ligada a la condición de la comunidad conyugal” (Gaudium et spes, 47).

martes, 5 de enero de 2010

La Epifanía del Señor


Por esta peregrinación a Belén los Reyes Magos han venido a ser el principio y el símbolo de todos los que mediante la fe llegan a Jesús, el Niño envuelto en pañales y colocado en un pesebre, el Salvador clavado en la cruz.

Aquel que, crucificado bajo Poncio Pilato, bajado de la cruz y sepultado en una tumba junto al Calvario, resucitó al tercer día.

Estos hombres, los Reyes Magos del Oriente, tres, corno quiere la tradición, son el comienzo y la prefiguración de cuantos, desde más allá de las fronteras del Pueblo elegido de la Antigua Alianza, han llegado y llegan siempre a Cristo mediante la fe.

sábado, 2 de enero de 2010

El Sumo Pontífice


El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”.

LUMEN GENTIUM, 23