jueves, 23 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!

El Señor, que ha hecho resplandecer en Cristo su rostro de misericordia, os colme con su felicidad y os haga mensajeros de su bondad. ¡Feliz Navidad!

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tener oído musical para Dios


Se dice que los pastores eran personas vigilantes, y que el mensaje les pudo llegar precisamente porque estaban velando. Nosotros hemos de despertar para que nos llegue el mensaje. Hemos de convertirnos en personas realmente vigilantes.

¿Qué significa esto? La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que, quien sueña, está en un mundo muy particular. Con su yo, está encerrado en este mundo del sueño que, obviamente, es solamente suyo y no lo relaciona con los otros. Despertarse significa salir de dicho mundo particular del yo y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos. El conflicto en el mundo, la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intere­ses y en las opiniones personales, en nuestro minúsculo mundo privado. El egoísmo, tanto del grupo como el individual, nos tiene prisionero de nuestros intereses y deseos, que contrastan con la verdad y nos dividen unos de otros.
Despertad, nos dice el Evangelio. Salid fuera para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único Dios. Así, despertarse significa desarrollar la sensibilidad para con Dios; para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos; para los múltiples indicios de su presencia. Hay quien dice «no tener religiosamente oído para la música». La capacidad perceptiva para con Dios parece casi una dote para la que algunos están negados. Y, en efecto, nuestra manera de pensar y actuar, la mentalidad del mundo actual, la variedad de nuestras diversas experiencias, son capaces de reducir la sensibilidad para con Dios, de dejarnos «sin oído musical» para Él. Y, sin embargo, de modo oculto o patente, en cada alma hay un anhelo de Dios, la capacidad de encontrarlo.

Para conseguir esta vigilancia, este despertar a lo esencial, roguemos por nosotros mismos y por los demás, por los que parecen «no tener este oído musical» y en los cuales, sin embargo, está vivo el deseo de que Dios se manifieste. El gran teólogo Orígenes dijo: si yo tuviera la gracia de ver como vio Pablo, podría ahora (durante la Liturgia) contemplar un gran ejército de Ángeles (cf. In Lc 23,9). En efecto, en la sagrada Liturgia, los Ángeles de Dios y los Santos nos rodean. El Señor mismo está presente entre nosotros. Señor, abre los ojos de nuestro corazón, para que estemos vigilantes y con ojo avizor, y podamos llevar así tu cercanía a los demás.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Virgen Inmaculada!


¡Virgen Inmaculada!
Una vez más estamos aquí para honrarte,
al pie de esta columna,
desde la cual tú velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero,
desde que, hace 150 años,
el beato Pío IX proclamó,
como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado,
en previsión de la muerte y resurrección
de tu Hijo Jesucristo.

¡Virgen Inmaculada!
Tu intacta belleza espiritual
es para nosotros manantial vivo
de confianza y esperanza.

Tenerte como Madre, Virgen santísima,
nos alienta en el camino de la vida
como prenda de salvación eterna.

Por eso, a ti, oh María,
recurrimos confiados.

Ayúdanos a construir un mundo
donde la vida del hombre se ame
y defienda siempre,
donde se destierre toda forma de violencia
y todos busquen tenazmente la paz.

¡Virgen Inmaculada!
En este Año de la Eucaristía,
concédenos celebrar y adorar
con fe renovada y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo
y la Sangre de Cristo.

En tu escuela, oh Mujer eucarística,
enséñanos a recordar las obras admirables
que Dios no cesa de realizar
en el corazón de los hombres.

Con solicitud materna, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos
por las sendas del bien.

Amén.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La liturgia


¿Qué es la liturgia sino la voz unísona del Espíritu Santo y la Esposa, la santa Iglesia, que claman al Señor Jesús: "Ven"?

¿Qué es la liturgia sino la fuente pura y perenne de "agua viva" a la que todos los que tienen sed pueden acudir para recibir gratis el don de Dios? (cf. Jn 4, 10).

CARTA APOSTÓLICA
SPIRITUS ET SPONSA

lunes, 8 de noviembre de 2010

Toda la Iglesia se convierte en su familia


Hoy, he tenido el enorme gozo de dedicar este templo a quien siendo Hijo del Altísimo, se anonadó haciéndose hombre y, al amparo de José y María, en el silencio del hogar de Nazaret, nos ha enseñado sin palabras, la dignidad y el valor primordial del matrimonio y la familia, esperanza de la humanidad, en la que la vida encuentra acogida, desde su concepción a su declive natural. Nos ha enseñado también que toda la Iglesia, escuchando y cumpliendo su Palabra, se convierte en su Familia. Y más aún nos ha encomendado ser semilla de fraternidad que sembrada en todos los corazones aliente la esperanza.

Palabras del Santo Padre Benedicto XVI en España

lunes, 25 de octubre de 2010

Ecumenismo


Donde existe la voluntad sincera de seguir a Cristo, el Espíritu infunde con frecuencia su gracia en formas diversas de las ordinarias.

La experiencia ecuménica nos ha permitido comprenderlo mejor. Si en el espacio espiritual interior que he descrito las comunidades saben verdaderamente «convertirse» a la búsqueda de la comunión plena y visible, Dios hará por ellas lo que ha hecho por sus santos. Hará superar los obstáculos heredados del pasado y las guiará, por sus caminos, a donde El quiere: a la koinonia visible que al mismo tiempo es alabanza de su gloria y servicio a su designio de salvación.

domingo, 17 de octubre de 2010

Europa


Para los creyentes, Jesucristo es la esperanza de toda persona porque da la vida eterna. Él es «la Palabra de vida», venido al mundo para que los hombres «tengan la vida y la tengan en abundancia».

Así nos enseña cómo el verdadero sentido de la vida del hombre no queda encerrado en el horizonte mundano, sino que se abre a la eternidad.

La misión de cada Iglesia particular en Europa es tener en cuenta la sed de verdad de toda persona y la necesidad de valores auténticos que animen a los pueblos del Continente. Ha de proponer con renovada energía la novedad que la anima. Se trata de emprender una articulada acción cultural y misionera, enseñando con obras y argumentos convincentes cómo la nueva Europa necesita descubrir sus propias raíces últimas.

lunes, 11 de octubre de 2010

Comunicación de Dios con el hombre

También el mundo de los medios de comunicación tiene necesidad de la redención de Cristo. Para analizar, con los ojos de la fe, los procesos y el valor de las comunicaciones sociales puede ser de indudable utilidad el profundizar en la Sagrada Escritura, la cual se presenta como un “gran código” de comunicación de un mensaje no efímero ni ocasional, sino fundamental por su valor salvífico.

La historia de la salvación narra y documenta la comunicación de Dios con el hombre, comunicación que utiliza todas las formas y modalidades del comunicar.

El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, para acoger la revelación divina y para entablar un diálogo de amor con Él. A causa del pecado, esta capacidad de diálogo, ya sea personal o social, ha sido alterada, y los hombres han hecho y continúan haciendo la amarga experiencia de la incomprensión y de la lejanía. Sin embargo, Dios no los ha abandonado y les ha mandado a su propio Hijo (cf. Mc 12, 1‑11). En el Verbo hecho carne el evento comunicativo asume su máxima dimensión salvífica: se ha dado así al hombre, por el Espíritu Santo, la capacidad de recibir la salvación y de anunciarla y testimoniarla a sus hermanos.

martes, 28 de septiembre de 2010

La nueva alianza comienza con María


El cumplimiento de esta promesa de una nueva alianza comienza con María. La Anunciación es la primera manifestación de este inicio, pues en ese momento la Virgen de Nazaret responde con la obediencia de la fe al designio eterno de la salvación del hombre mediante la encarnación del Verbo: la encarnación del Hijo de Dios significa el cumplimiento de los anuncios mesiánicos y, al mismo tiempo, el amanecer de la Iglesia como nuevo pueblo de la nueva alianza.

María es consciente de la dimensión mesiánica del anuncio que recibe y del sí con que responde. Parece que el evangelista Lucas quiere poner de relieve esta dimensión, con la detallada descripción del diálogo entre el Ángel y la Virgen, y más tarde con la formulación del Magnificat.

El diálogo y el cántico ponen de manifiesto la humildad de María y la intensidad con que también ella vivió en su espíritu la espera del cumplimiento de la promesa mesiánica hecha a Israel. Resuenan en su corazón las palabras de los profetas sobre la alianza nupcial de Dios con el pueblo elegido, recogidas y meditadas en su corazón en esos momentos decisivos, que nos refiere san Lucas. Ella misma deseaba encarnar en sí la imagen de la esposa completamente fiel y plenamente entregada al Espíritu divino y, por eso, se convierte en el comienzo del nuevo Israel, es decir, del pueblo querido por el Dios de la alianza en su corazón de esposo. María no usa, ni en el diálogo ni en el cántico, términos de la analogía nupcial, pero hace mucho más: confirma y consolida una consagración que ya está viviendo y que resulta su condición habitual de vida. En efecto, replica al Ángel de la anunciación: «No conozco varón» (Lc 1, 34). Es como si dijera: soy virgen consagrada a Dios y no quiero abandonar a este Esposo, porque creo que no lo quiere él, tan celoso de Israel, tan severo con quien lo ha traicionado, tan insistente en su misericordiosa llamada a la reconciliación.

martes, 21 de septiembre de 2010

Quiso Dios dejar al hombre en manos de su propio albedrío


Citando las palabras del Eclesiástico, el concilio Vaticano II explica así la «verdadera libertad» que en el hombre es «signo eminente de la imagen divina»:

«Quiso Dios "dejar al hombre en manos de su propio albedrío", de modo que busque sin coacciones a su Creador y, adhiriéndose a él, llegue libremente a la plena y feliz perfección».

Estas palabras indican la maravillosa profundidad de la participación en la soberanía divina, a la que el hombre ha sido llamado; indican que la soberanía del hombre se extiende, en cierto modo, sobre el hombre mismo. Éste es un aspecto puesto de relieve constantemente en la reflexión teológica sobre la libertad humana, interpretada en los términos de una forma de realeza.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¡Qué importante es el niño para Jesús!


¡Qué importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar desde luego que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el «Evangelio del niño».

En efecto, ¿qué quiere decir: «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos»?

¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos?

En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La deuda de la humanidad con las mujeres


Ciertamente, es la hora de mirar con la valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante más adversas.

Pienso, en particular, en las mujeres que han amado la cultura y el arte, y se han dedicado a ello partiendo con desventaja, excluidas a menudo de una educación igual, expuestas a la infravaloración, al desconocimiento e incluso al despojo de su aportación intelectual.

Por desgracia, de la múltiple actividad de las mujeres en la historia ha quedado muy poco que se pueda recuperar con los instrumentos de la historiografía científica. Por suerte, aunque el tiempo haya enterrado sus huellas documentales, sin embargo se percibe su influjo benéfico en la linfa vital que conforma el ser de las generaciones que se han sucedido hasta nosotros. Respecto a esta grande e inmensa «tradición» femenina, la humanidad tiene una deuda incalculable.

¡Cuántas mujeres han sido y son todavía más tenidas en cuenta por su aspecto físico que por su competencia, profesionalidad, capacidad intelectual, riqueza de su sensibilidad y en definitiva por la dignidad misma de su ser!

viernes, 20 de agosto de 2010

El desafío de la vida


El primer desafío es el desafío de la vida. La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza de la que puede gozar el hombre. La Iglesia anuncia “el Evangelio de la Vida”.

Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la tutela y la promoción de la vida humana.

En estos últimos años el desafío de la vida se está haciendo cada vez más amplio y crucial. Se ha ido centrando particularmente en el inicio de la vida humana, cuando el hombre es más débil y debe ser protegido mejor.

Concepciones opuestas se enfrentan sobre temas como el aborto, la procreación asistida, el uso de células madres embrionarias humanas con finalidades científicas, la clonación. Apoyada en la razón y la ciencia, es clara la posición de la Iglesia: el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto, nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible.

Además, una investigación científica que reduzca el embrión a objeto de laboratorio no es digna del hombre. Se ha de alentar y promover la investigación científica en el campo genético, pero, como cualquier otra actividad humana, nunca puede considerarse exenta de los imperativos morales; por otra parte, puede desarrollarse en el campo de las células madres adultas con prometedoras perspectivas de éxito.

viernes, 13 de agosto de 2010

Trabajando en la cantera...


Para evitar la deportación a trabajos forzados en Alemania, en el otoño de 1940 empecé a trabajar como obrero en una cantera de piedra vinculada a la fábrica química Solvay. Estaba situada en Zakrzówek, a casi media hora de mi casa de Debniki, e iba andando hasta allí cada día. En aquella cantera escribí una poesía. Releyéndola después de tantos años, la encuentro aún particularmente expresiva de aquella singular experiencia:

"Escucha bien, escucha los golpes del martillo, la sacudida, el ritmo. El ruido te permite sentir dentro la fuerza, la intensidad del golpe. Escucha bien, escucha, eléctrica corriente de río penetrante que corta hasta las piedras, y entenderás conmigo que toda la grandeza del trabajo bien hecho es grandeza del hombre...'' (La cantera: I; Materia, I)

Estaba presente cuando, durante el estallido de una carga de dinamita, las piedras golpearon a un obrero y lo mataron. Quedé profundamente desconcertado:

"Levantaron el cuerpo, en silencio avanzaban. Abatidos, sentían en todos el agravio..." (La cantera: IV; En memoria de un compañero de trabajo, 2.3)

Los responsables de la cantera, que eran polacos, trataban de evitarnos a los estudiantes los trabajos más pesados. A mí, por ejemplo, me asignaron el encargo de ayudante del llamado barrenero, de nombre Franciszek Labus. Lo recuerdo porque, algunas veces, se dirigía a mí con palabras de este tipo: "Karol, tu deberías ser sacerdote. Cantarás bien, porque tienes una voz bonita y estarás bien..." Lo decía con toda sencillez, expresando de ese modo un convencimiento muy difundido en la sociedad sobre la condición del sacerdote. Las palabras del viejo obrero se me han quedado grabadas en la memoria.

Don y Misterio

sábado, 7 de agosto de 2010

La vocación sacerdotal


¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce sobre todo Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuan indignos somos de ello.

La vocación es el misterio de la elección divina: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (Jn 15, 16). "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón'' (Hb 5, 4). "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí" (Jr 1, 5). Estas palabras inspiradas estremecen profundamente toda alma sacerdotal.

lunes, 2 de agosto de 2010

Dadles vosotros de comer


Ante un panorama tan complejo humanamente para el anuncio del Evangelio, viene a la memoria, casi espontáneamente, el episodio de la multiplicación de los panes narrado en los Evangelios. Los discípulos exponen a Jesús su perplejidad ante la muchedumbre que, hambrienta de su palabra, lo ha seguido hasta el desierto, y le proponen: «Dimitte turbas... Despide a la gente» (Lc 9, 12). Quizás tienen miedo y verdaderamente no saben cómo saciar a un número tan grande de personas.

Una actitud análoga podría surgir en nuestro ánimo, como desalentado ante la magnitud de los problemas que interpelan a las Iglesias y a nosotros, los Obispos, personalmente. En este caso, hay que recurrir a esa nueva fantasía de la caridad que ha de promover no tanto y no sólo la eficacia de la ayuda prestada sino la capacidad de hacerse cercano a quien está necesitado, de modo que los pobres se sientan en cada comunidad cristiana como en su propia casa.294
No obstante, Jesús tiene su propia manera de solucionar los problemas. Como provocando a los Apóstoles, les dice: «Dadles vosotros de comer » (Lc 9, 13). Conocemos bien la conclusión del episodio: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos» (Lc 9, 17).

¡Quedan todavía muchas de aquellas sobras en la vida de la Iglesia!

Se pide a los Obispos del tercer milenio que hagan lo que muchos Obispos santos supieron hacer a lo largo de la historia hasta a hoy.

viernes, 30 de julio de 2010

Al partir el pan


Es significativo que los dos discípulos de Emaús, oportunamente preparados por las palabras del Señor, lo reconocieran mientras estaban a la mesa en el gesto sencillo de la «fracción del pan».

Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervorizados, los signos «hablan».

La Eucaristía se desarrolla por entero en el contexto dinámico de signos que llevan consigo un mensaje denso y luminoso. A través de los signos, el misterio se abre de alguna manera a los ojos del creyente.

martes, 27 de julio de 2010

Felices los pueblos que viven en la verdad


¡Felices los pueblos en cuyo suelo se presta oído y obediencia a la llamada de la Iglesia a la verdad, en medio de una humanidad que la busca pero que muchas veces yerra extraviada!

¡Felices los pueblos cuyas leyes tutelan celosamente el precioso tesoro de la santidad del matrimonio cristiano y ponen a salvo los sacrosantos vínculos de la familia cristiana, fundamento insustituible de la misma sociedad civil!

¡Felices los pueblos cuyas nuevas generaciones, gracias a la sabiduría educadora de la Iglesia, crecen y se forman en el sentido moral de la responsabilidad, sin el que la conducta de los individuos y de las comunidades se substrae al saludable vínculo de las eternas normas de la ley divina!

¡Felices los pueblos que en el espíritu del Evangelio encuentran la fuente de aquellos sentimientos de fraternidad, sin cuyo poderoso estímulo no podrán nunca llegar a soluciones verdaderamente maduras y vitales los grandes y urgentes problemas de la paz social y de la concordia internacional!

jueves, 22 de julio de 2010

Decidir sobre el bien y el mal pertenece a Dios


Leemos en el libro del Génesis: «Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio"» (Gn 2, 16-17).

Con esta imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios.

El hombre es ciertamente libre, desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer «de cualquier árbol del jardín». Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el árbol de la ciencia del bien y del mal, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da.

En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios, el único que es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos.

viernes, 16 de julio de 2010

La verdadera paz es fruto de la justicia


La verdadera paz, es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas.

Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas. Esto vale tanto para las tensiones que afectan a los individuos, como para las de alcance más general, e incluso internacional.

El perdón en modo alguno se contrapone a la justicia, porque no consiste en inhibirse ante las legítimas exigencias de reparación del orden violado. El perdón tiende más bien a esa plenitud de la justicia que conduce a la tranquilidad del orden y que, siendo mucho más que un frágil y temporal cese de las hostilidades, pretende una profunda recuperación de las heridas abiertas. Para esta recuperación, son esenciales ambos, la justicia y el perdón.

jueves, 8 de julio de 2010

El Obispo, profeta, testigo y servidor de la esperanza


Cada Obispo tiene el cometido de anunciar al mundo la esperanza, partiendo de la predicación del Evangelio de Jesucristo: la esperanza «no solamente en lo que se refiere a las realidades penúltimas sino también, y sobre todo, la esperanza escatológica, la que espera la riqueza de la gloria de Dios que supera todo lo que jamás ha entrado en el corazón del hombre y en modo alguno es comparable a los sufrimientos del tiempo presente (cf. Rm 8, 18)».

La perspectiva de la esperanza teologal, junto con la de la fe y la caridad, ha de moldear por completo el ministerio pastoral del Obispo.

A él corresponde, en particular, la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza.

Tiene el deber de infundir confianza y proclamar ante todos las razones de la esperanza cristiana.

El Obispo es profeta, testigo y servidor de dicha esperanza sobre todo donde más fuerte es la presión de una cultura inmanentista, que margina toda apertura a la trascendencia. Donde falta la esperanza, la fe misma es cuestionada. Incluso el amor se debilita cuando la esperanza se apaga.

Ésta, en efecto, es un valioso sustento para la fe y un incentivo eficaz para la caridad, especialmente en tiempos de creciente incredulidad e indiferencia. La esperanza toma su fuerza de la certeza de la voluntad salvadora universal de Dios y de la presencia constante del Señor Jesús, el Emmanuel, siempre con nosotros hasta al final del mundo.

sábado, 3 de julio de 2010

Se le acercó uno...


«Se le acercó uno...».

En el joven, que el evangelio de Mateo no nombra, podemos reconocer a todo hombre que, conscientemente o no, se acerca a Cristo, redentor del hombre, y le formula la pregunta moral.

Para el joven, más que una pregunta sobre las reglas que hay que observar, es una pregunta de pleno significado para la vida. En efecto, ésta es la aspiración central de toda decisión y de toda acción humana, la búsqueda secreta y el impulso íntimo que mueve la libertad.

Esta pregunta es, en última instancia, un llamamiento al Bien absoluto que nos atrae y nos llama hacia sí; es el eco de la llamada de Dios, origen y fin de la vida del hombre. Precisamente con esta perspectiva, el concilio Vaticano II ha invitado a perfeccionar la teología moral, de manera que su exposición ponga de relieve la altísima vocación que los fieles han recibido en Cristo, única respuesta que satisface plenamente el anhelo del corazón humano.

lunes, 28 de junio de 2010

El agua de la Vida


«El Espíritu y la Esposa dicen: "Ven".
Y el que escuche, diga: "Ven".
Y el que tenga sed, venga;
Y el que quiera, tome gratis el agua de la vida».
(Ap 22, 17)

lunes, 21 de junio de 2010

El Reino de Dios


El Reino que inaugura Jesús es el Reino de Dios; él mismo nos revela quién es este Dios al que llama con el término familiar «Abba», Padre. El Dios revelado sobre todo en las parábolas es sensible a las necesidades, a los sufrimientos de todo hombre; es un Padre amoroso y lleno de compasión, que perdona y concede gratuitamente las gracias pedidas.

San Juan nos dice que «Dios es Amor». Todo hombre, por tanto, es invitado a «convertirse» y «creer» en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en a medida en que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oración, y se esfuerce en cumplir su voluntad.

lunes, 14 de junio de 2010

Laicos


La nueva evangelización, que puede suscitar en el siglo venidero una primavera del Evangelio, dependerá en gran medida de que los fieles laicos sean plenamente conscientes de su vocación bautismal y de su responsabilidad con respecto al evangelio de Jesucristo.

Hoy los laicos deben estar a menudo en vanguardia cuando se trata de aplicar las enseñanzas de la Iglesia a las cuestiones éticas, morales y sociales que se plantean en sus comunidades o en el ámbito nacional.

La misión específica de los laicos, hombres y mujeres, es la evangelización de la familia, de la cultura y de la vida social y política.

jueves, 10 de junio de 2010

El Domingo, Día del Señor


A los discípulos de Cristo se pide que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el «fin de semana», entendido fundamentalmente como tiempo de mero descanso o diversión.

A este respecto, urge una auténtica madurez espiritual que ayude a los cristianos a «ser ellos mismos», en plena coherencia con el don de la fe, dispuestos siempre a dar razón de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 P 3,15).

Esto ha de significar también una comprensión más profunda del domingo, para vivirlo, incluso en situaciones difíciles, con plena docilidad al Espíritu Santo.

domingo, 6 de junio de 2010

La paz de Cristo es fruto de su Pascua


Entregándose a sí mismo, Cristo nos dio su paz.

Su paz no es como la del mundo, hecha a menudo de astucias y componendas, cuando no también de atropellos y violencias.

La paz de Cristo es fruto de su Pascua: es decir, es fruto de su sacrificio, que arranca la raíz del odio y de la violencia y reconcilia a los hombres con Dios y entre sí; es el trofeo de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte, de su pacífica guerra contra el mal del mundo, librada y vencida con las armas de la verdad y el amor.

No por casualidad es precisamente ése el saludo que dirige Cristo resucitado. Al aparecerse a los Apóstoles, primero les muestra en las manos y en el costado las huellas de la dura lucha librada y luego les desea: «¡La paz esté con vosotros!» (Jn 20, 19. 21. 26). Esta paz la da a sus discípulos como regalo preciosísimo, no para que lo tengan celosamente escondido, sino para que lo difundan mediante el testimonio.

lunes, 31 de mayo de 2010

CORPUS CHRISTI


«In supremae nocte cenae, recumbens cum fratribus...».

«La noche de la última cena, recostado a la mesa con los Apóstoles, cumplidas las reglas sobre la comida legal, se da, con sus propias manos, a sí mismo, como alimento para los Doce».

Con estas palabras, santo Tomás de Aquino resume el acontecimiento extraordinario de la última cena, ante el cual la Iglesia permanece en contemplación silenciosa y, en cierto modo, se sumerge en el silencio del huerto de los Olivos y del Gólgota.

El doctor Angélico exhorta: «Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium...».

«Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo».

martes, 25 de mayo de 2010

El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús


“El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma.

Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida.

¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de “amigos de Cristo”, llamados personalmente, elegidos y enviados por Él?

sábado, 22 de mayo de 2010

La oración del corazón


Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia 'pedagogía de la santidad': «es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración».

Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración».

El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana. Iniciado en Occidente, es una oración típicamente meditativa y se corresponde de algún modo con la «oración del corazón», u «oración de Jesús», surgida sobre el humus del Oriente cristiano.

lunes, 17 de mayo de 2010

Aprender de María a mirar a Jesús


La Virgen María, más que cualquier otra criatura, contempló a Dios en el rostro humano de Jesús.

Lo vio recién nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre; lo vio cuando acababa de morir, cuando lo bajaron de la cruz, lo envolvieron en una sábana y lo llevaron al sepulcro.

La imagen de su Hijo torturado quedó grabada en su alma; pero esta imagen se vio transfigurada después por la luz de la Resurrección.

Así, en el corazón de María se custodia el misterio del rostro de Cristo, misterio de muerte y de gloria. Siempre podemos aprender de ella a mirar a Jesús con una mirada de amor y de fe, a reconocer en ese rostro humano el Rostro de Dios.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Construir la paz


También la paz corre a veces el riesgo de ser considerada como un producto de la técnica, fruto exclusivamente de los acuerdos entre los gobiernos o de iniciativas tendentes a asegurar ayudas económicas eficaces.

Es cierto que la construcción de la paz necesita una red constante de contactos diplomáticos, intercambios económicos y tecnológicos, encuentros culturales, acuerdos en proyectos comunes, como también que se adopten compromisos compartidos para alejar las amenazas de tipo bélico o cortar de raíz las continuas tentaciones terroristas.

No obstante, para que esos esfuerzos produzcan efectos duraderos, es necesario que se sustenten en valores fundamentados en la verdad de la vida. Es decir, es preciso escuchar la voz de las poblaciones interesadas y tener en cuenta su situación para poder interpretar de manera adecuada sus expectativas.

Todo esto debe estar unido al esfuerzo anónimo de tantas personas que trabajan decididamente para fomentar el encuentro entre los pueblos y favorecer la promoción del desarrollo partiendo del amor y de la comprensión recíproca.

Entre estas personas encontramos también fieles cristianos, implicados en la gran tarea de dar un sentido plenamente humano al desarrollo y la paz.

De la Encíclica "CARITAS IN VERITATE"

miércoles, 28 de abril de 2010

El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia


Jesús se presentó a sí mismo como la «luz del mundo» (Jn 8,12), y esta característica resulta evidente en aquellos momentos de su vida, como la Transfiguración y la Resurrección, en los que resplandece claramente su gloria divina.

En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada.

El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia. Pero, precisamente a través del misterio de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias al cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina.

En una feliz intuición, el célebre icono de la Trinidad de Rublëv pone la Eucaristía de manera significativa en el centro de la vida trinitaria.

viernes, 23 de abril de 2010

Que todos los pueblos se reconozcan como parte de una misma familia


Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad.

Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar. Con frecuencia, son provocadas por el rechazo del amor de Dios, por una tragedia original de cerrazón del hombre en sí mismo, pensando ser autosuficiente, o bien un mero hecho insignificante y pasajero, un «extranjero» en un universo que se ha formado por casualidad.

El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas. Hoy la humanidad aparece mucho más interactiva que antes: esa mayor vecindad debe transformarse en verdadera comunión.

El desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro.

CARITAS IN VERITATE

sábado, 17 de abril de 2010

Decoro en la celebración eucarística


Quien lee el relato de la institución eucarística en los Evangelios sinópticos queda impresionado por la sencillez y, al mismo tiempo, la «gravedad», con la cual Jesús, la tarde de la Última Cena, instituye el gran Sacramento.

Hay un episodio que, en cierto sentido, hace de preludio: la unción de Betania. Una mujer, que Juan identifica con María, hermana de Lázaro, derrama sobre la cabeza de Jesús un frasco de perfume precioso, provocando en los discípulos –en particular en Judas (cf. Mt 26, 8; Mc 14, 4; Jn 12, 4)– una reacción de protesta, como si este gesto fuera un «derroche» intolerable, considerando las exigencias de los pobres.

Pero la valoración de Jesús es muy diferente. Sin quitar nada al deber de la caridad hacia los necesitados, a los que se han de dedicar siempre los discípulos –«pobres tendréis siempre con vosotros» (Mt 26, 11; Mc 14, 7; cf. Jn 12, 8)–, Él se fija en el acontecimiento inminente de su muerte y sepultura, y aprecia la unción que se le hace como anticipación del honor que su cuerpo merece también después de la muerte, por estar indisolublemente unido al misterio de su persona.

Ecclesia de Eucharistia

martes, 13 de abril de 2010

El tesoro de las Escrituras


El tesoro de las Escrituras, en el que se contiene el mensaje salvífico dado por Dios a los hombres —pues dice bien San Agustín: «Nos ha llegado carta de aquella ciudad a la que peregrinamos: esta misma es.. la que nos exhorta a vivir bien» (Enarr. in Ps. XC, s., 2, 1; PL 37, 1159)—, con toda razón la Iglesia lo ha tenido siempre en sumo honor y lo ha custodiado con singular diligencia.

Pues, desde sus comienzos, la Iglesia jamás dejó de procurar que el pueblo cristiano gozase de amplísima facilidad para recibir la Palabra de Dios, especialmente en la sagrada liturgia, en cuya celebración «la importancia de la Sagrada Escritura es muy grande» (Const. Dogm. Sacrosanctum Concilium).

Ahora bien, la Iglesia en Occidente antepuso a todas las demás versiones la que suele llamarse Vulgata y que en su mayor parte fue elaborada por San Jerónimo, Doctor preclaro, y ha sido «experimentada con el uso durante tantos siglos en la misma Iglesia».

CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
SCRIPTURARUM THESAURUS

martes, 6 de abril de 2010

¡Cristo ha resucitado! Amén. ¡Aleluya!


"Scimus Christum / surrexisse mortuis vere"
"¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza!".

El testimonio de las mujeres y de los Apóstoles,
el testimonio de la Iglesia,
no se limita sólo a Jerusalén
y a los montes de Galilea,
sino que se difunde por todos los ángulos de la tierra.

Al final del segundo milenio,
mientras el Gran Jubileo del 2000 se avecina,
este testimonio resuena ya por doquier:
¡Cristo ha resucitado!

"Scimus Christum surrexisse a mortuis vere!".

Creemos porque sabemos: scimus.
Y desde lo hondo de esta sublime convicción,
donde la palabra de Dios y la razón del hombre se encuentran,
nosotros te invocamos, Cristo crucificado y resucitado.

"Tu nobis, victor Rex, miserere!".

Amen. ¡Aleluya!"

Pascua, 30 de marzo de 1997

jueves, 25 de marzo de 2010

Los mandamientos indican el camino de la vida eterna


Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien porque él es el Bien.

Pero Dios ya respondió a esta pregunta: lo hizo creando al hombre y ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley inscrita en su corazón (cf. Rm 2, 15), la «ley natural». Ésta «no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación». Después lo hizo en la historia de Israel, particularmente con las «diez palabras», o sea, con los mandamientos del Sinaí, mediante los cuales él fundó el pueblo de la Alianza (cf. Ex 24) y lo llamó a ser su «propiedad personal entre todos los pueblos», «una nación santa», que hiciera resplandecer su santidad entre todas las naciones.

La entrega del Decálogo es promesa y signo de la alianza nueva, cuando la ley será escrita nuevamente y de modo definitivo en el corazón del hombre (cf. Jr 31, 31-34), para sustituir la ley del pecado, que había desfigurado aquel corazón (cf. Jr 17, 1). Entonces será dado «un corazón nuevo» porque en él habitará «un espíritu nuevo», el Espíritu de Dios (cf. Ez 36, 24-28).

Por esto, y tras precisar que «uno solo es el Bueno», Jesús responde al joven: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19, 17). De este modo, se enuncia una estrecha relación entre la vida eterna y la obediencia a los mandamientos de Dios: los mandamientos indican al hombre el camino de la vida eterna y a ella conducen.

jueves, 11 de marzo de 2010

¡Luz del mundo!


Jesús se presentó a sí mismo como la «luz del mundo» (Jn 8,12), y esta característica resulta evidente en aquellos momentos de su vida, como la Transfiguración y la Resurrección, en los que resplandece claramente su gloria divina.

En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada.

El Sacramento eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia. Pero, precisamente a través del misterio de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias al cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina.

En una feliz intuición, el célebre icono de la Trinidad de Rublëv pone la Eucaristía de manera significativa en el centro de la vida trinitaria.
Mane Nobiscum Domine

domingo, 7 de marzo de 2010

Amar el deporte


Gran importancia cobra hoy la práctica del deporte, porque puede favorecer en los jóvenes la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad.

Precisamente por eso, durante estos últimos años ha ido desarrollándose cada vez más como uno de los fenómenos típicos de la modernidad, casi como un "signo de los tiempos" capaz de interpretar nuevas exigencias y nuevas expectativas de la humanidad.

El deporte se ha difundido en todos los rincones del mundo, superando la diversidad de culturas y naciones.A causa de la dimensión planetaria que ha adquirido esta actividad, es grande la responsabilidad de los deportistas en el mundo.

Están llamados a convertir el deporte en ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza y cultura. En efecto, el deporte puede dar una valiosa aportación al entendimiento pacífico entre los pueblos y contribuir a que se consolide en el mundo la nueva civilización del amor.

jueves, 4 de marzo de 2010

Un camino de seguimiento de Cristo


La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu.

Con la profesión de los consejos evangélicos los rasgos característicos de Jesús —virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente « visibilidad » en medio del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo.

A lo largo de los siglos nunca han faltado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a El con corazón «indiviso» (cf. 1 Co 7, 34).

También ellos, como los Apóstoles, han dejado todo para estar con El y ponerse, como El, al servicio de Dios y de los hermanos. De este modo han contribuido a manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de vida espiritual y apostólica que les distribuía el Espíritu Santo, y por ello han cooperado también a renovar la sociedad.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA VITA CONSECRATA

sábado, 27 de febrero de 2010

"No he dejado pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario"


A esta oración le han atribuido gran importancia muchos de mis Predecesores.

Un mérito particular a este respecto corresponde a León XIII que, el 1 de septiembre de 1883, promulgó la Encíclica Supremi apostolatus officio, importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad.

Entre los Papas más recientes que, en la época conciliar, se han distinguido por la promoción del Rosario, deseo recordar al Beato Juan XXIII y, sobre todo, a PabloVI, que en la Exhortación apostólica Marialis cultus, en consonancia con la inspiración del Concilio Vaticano II, subrayó el carácter evangélico del Rosario y su orientación cristológica.

Yo mismo, después, no he dejado pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario. Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes.

viernes, 19 de febrero de 2010

Compartir lo superfluo e incluso lo necesario


«Tengo compasión de la muchedumbre» (Mc 8, 2), dijo Jesús antes de multiplicar los panes para alimentar a quienes le seguían desde hacía tres días para escuchar su palabra. El hambre del cuerpo no es la única que padece la humanidad; tantos de nuestros hermanos y hermanas tienen también hambre y sed de dignidad, de libertad, de justicia, de alimento para su inteligencia y su alma; hay también desiertos para los espíritus y los corazones.

¿Cómo manifestar de un modo concreto nuestra conversión y nuestro espíritu de penitencia en este tiempo de preparación a la Pascua?

En primer lugar, en la medida de nuestras responsabilidades, grandes a veces, no colaborando en cuanto pueda contribuir a causar el hambre –aunque sólo sea de uno de nuestros hermanos y hermanas en humanidad– ya esté cercano o a miles de kilómetros; y, si lo hemos hecho, reparando.

En los países que sufren el hambre y la sed, los cristianos participan en las ayudas urgentes y en las batallas contra las causas de esta catástrofe de las cuales ellos son víctimas como sus compatriotas. Ayudémosles compartiendo lo superfluo e incluso lo necesario: esto es precisamente la práctica del ayuno. Tomemos parte generosamente en las acciones programadas en nuestras Iglesias locales.

Recordemos sin cesar que compartir es entregar a los otros lo que Dios les destina y que nos es confiado.

Dar fraternalmente dejándonos inspirar por el Amor que viene de Dios es contribuir a aliviar el hambre corporal, a nutrir los espíritus y a alegrar los corazones.

«Que todas vuestras obras sean hechas en caridad... Que la gracia del Señor esté con todos vosotros» (1 Cor 16, 14.23).

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de ceniza


"Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu" (Sal 50, 12-13).

Así reza hoy, miércoles de Ceniza, el salmista, el rey David: rey grande y poderoso en Israel, pero a la vez frágil y pecador. La Iglesia, al inicio de estos cuarenta días de preparación para la Pascua, pone sus palabras en labios de todos los que participan en la austera liturgia del miércoles de Ceniza.

"Oh Dios, crea en mí un corazón puro, (...) no me quites tu santo espíritu". Esta invocación resonará en nuestro corazón cuando, dentro de poco, nos acerquemos al altar del Señor para recibir, conforme a una antiquísima tradición, la ceniza sobre nuestra cabeza. Se trata de un gesto de gran significado espiritual, un signo importante de conversión y renovación interior. Es un rito litúrgico sencillo, si se considera en sí mismo, pero muy profundo por el contenido penitencial que entraña: con él la Iglesia recuerda al creyente y pecador su fragilidad frente al mal y, sobre todo, su total dependencia de la majestad infinita de Dios.

jueves, 11 de febrero de 2010

Cristo, justicia de Dios


El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.

Palabras de Benedicto XVI en el mensaje para la Cuaresma.

viernes, 5 de febrero de 2010

El banquete eucarístico es banquete sagrado


Como la mujer de la unción en Betania, la Iglesia no ha tenido miedo de «derrochar», dedicando sus mejores recursos para expresar su reverente asombro ante el don inconmensurable de la Eucaristía.

No menos que aquellos primeros discípulos encargados de preparar la «sala grande», la Iglesia se ha sentido impulsada a lo largo de los siglos y en las diversas culturas a celebrar la Eucaristía en un contexto digno de tan gran Misterio.

La liturgia cristiana ha nacido en continuidad con las palabras y gestos de Jesús y desarrollando la herencia ritual del judaísmo. Y, en efecto, nada será bastante para expresar de modo adecuado la acogida del don de sí mismo que el Esposo divino hace continuamente a la Iglesia Esposa, poniendo al alcance de todas las generaciones de creyentes el Sacrificio ofrecido una vez por todas sobre la Cruz, y haciéndose alimento para todos los fieles. Aunque la lógica del «convite» inspire familiaridad, la Iglesia no ha cedido nunca a la tentación de banalizar esta «cordialidad» con su Esposo, olvidando que Él es también su Dios y que el «banquete» sigue siendo siempre, después de todo, un banquete sacrificial, marcado por la sangre derramada en el Gólgota.

El banquete eucarístico es verdaderamente un banquete «sagrado», en el que la sencillez de los signos contiene el abismo de la santidad de Dios: «O Sacrum convivium, in quo Christus sumitur!»

El pan que se parte en nuestros altares, ofrecido a nuestra condición de peregrinos en camino por las sendas del mundo, es «panis angelorum», pan de los ángeles, al cual no es posible acercarse si no es con la humildad del centurión del Evangelio: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo» (Mt 8, 8; Lc 7, 6).

Ecclesia de Eucharistia

martes, 26 de enero de 2010

Necesidad de confesar los pecados


A fin de que el discernimiento sobre las disposiciones de los penitentes en orden a la absolución o no, y a la imposición de la penitencia oportuna por parte del ministro del Sacramento, hace falta que el fiel, además de la conciencia de los pecados cometidos, del dolor por ellos y de la voluntad de no recaer más, confiese sus pecados.

En este sentido, el Concilio de Trento declaró que es necesario «de derecho divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales».

La Iglesia ha visto siempre un nexo esencial entre el juicio confiado a los sacerdotes en este Sacramento y la necesidad de que los penitentes manifiesten sus propios pecados, excepto en caso de imposibilidad.

sábado, 23 de enero de 2010

María, mujer eucarística


María es mujer «eucarística» con toda su vida.

La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.

Mysterium fidei! Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta.

Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: «¡Haced esto en conmemoración mía!», se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5).

Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: «no dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su Pascua, para hacerse así “pan de vida”».

Ecclesia de Eucharistia

miércoles, 20 de enero de 2010

"Concédenos la paz y la unidad"


Mi paz os dejo". En estas palabras del evangelio de san Juan se ha inspirado la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año. Por eso, a todos vosotros, aquí presentes, os dirijo el antiguo saludo bíblico y litúrgico: ¡Shalom! ¡Pax vobiscum! ¡La paz esté con vosotros!

Ante la urgencia de este mensaje de paz, nuestro corazón se llena de dolor y de vergüenza, pues la imagen que ofrece nuestro mundo, e incluso nuestras Iglesias, es muy diversa. Nuestras Iglesias están separadas. A lo largo de la historia, su testimonio, en vez de ser común y en favor de la paz, ha sido antagonista.

Siempre que los católicos, durante la celebración eucarística, decimos antes de la comunión: "Mi paz os doy", añadimos con sinceridad: "No tengas en cuenta nuestros pecados". Eso significa también: no tengas en cuenta el pecado de la división, el escándalo de la separación. Y todos tenemos motivos para pedir: "Concédenos la paz y la unidad".

martes, 12 de enero de 2010

El matrimonio, uno de los bienes más preciados de la humanidad


La Iglesia se ha preocupado siempre con especial atención del gran sacramento del matrimonio (cf. Ef 5, 32), ya que “es consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciados de la humanidad” (Familiaris consortio, 1).

Pues “la salvación de la persona y de la comunidad humana y cristiana está estrechamente ligada a la condición de la comunidad conyugal” (Gaudium et spes, 47).