lunes, 23 de mayo de 2011

Iglesia y Eucaristía


Por el Sacramento eucarístico Jesús incorpora a los fieles a su propia «hora»; de este modo nos muestra la unión que ha querido establecer entre Él y nosotros, entre su persona y la Iglesia.

En efecto, Cristo mismo, en el sacrificio de la cruz, ha engendrado a la Iglesia como su esposa y su cuerpo. Los Padres de la Iglesia han meditado mucho sobre la relación entre el origen de Eva del costado de Adán mientras dormía y de la nueva Eva, la Iglesia, del costado abierto de Cristo, sumido en el sueño de la muerte: del costado traspasado, dice Juan, salió sangre y agua, símbolo de los sacramentos.

Contemplar «al que atravesaron» nos lleva a considerar la unión causal entre el sacrificio de Cristo, la Eucaristía y la Iglesia. En efecto, la Iglesia «vive de la Eucaristía».Ya que en ella se hace presente el sacrificio redentor de Cristo, se tiene que reconocer ante todo que «hay un influjo causal de la Eucaristía en los orígenes mismos de la Iglesia».

La Eucaristía es Cristo que se nos entrega, edificándonos continuamente como su cuerpo. Por tanto, en la sugestiva correlación entre la Eucaristía que edifica la Iglesia y la Iglesia que hace a su vez la Eucaristía, la primera afirmación expresa la causa primaria: la Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía precisamente porque el mismo Cristo se ha entregado antes a ella en el sacrificio de la Cruz.